viernes, 8 de agosto de 2008

Agosto 2008

Tampoco me fui en ese momento. Todos creyeron que ya me encontraba, por lo menos, a unos 500 kilómetros de Buenos Aires, o algunos cuantos más, pero ni siquiera me había atrevido a salir de mi habitación.No sé cuánto tiempo podrá perdurar esta sensación de no poder responder a ninguna de las preguntas que flotan por mi cabeza desde que la realidad cambió a mi alrededor. Tiempo atrás solía ir, venir, salir, entrar, despedirme, regresar, pero hoy, no logro despegar de este suelo que me tiene atrapado entre las paredes que me encierran y me retienen quién sabe por cuál de todas las razones que a veces suelo pensar. Hay una parte de mí que desea ir para volver un tiempo después, pero la otra, la que me retiene, no intenta moverme ni una pizca de milímetro.Pensar demasiado tampoco suele ser muy afortunado. Generalmente nuestros pensamientos viajan tan lejos como podamos imaginar y en varias oportunidades nuestra imaginación suele ser tan cruel como la misma realidad que me obliga a guardar una vez más ese sueño de partir hacia ningún lado.
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Me encuentro perdiendo esa pequeña esperanza que vive en muchos. Ya no creo en aquel sueño de películas, en sociedades solidarias, en justicia para todos, en niños contentos, (los en podrían sumar cantidades sin sentido se ser mencionadas). Suelo perder toda expectativa de que algo cambie y mejore. Ya estoy cansado de ver caras horribles, rostros de asesinos, torturadores que siguen decidiendo cuándo sentarse ante un tribunal que ejerza justicia.A sólo 35 años de haber comenzado a andar, me encuentro perdiendo la confianza en que algo cambie alguna vez. En ciento de lugares siguen cayendo amargamente aquellos que con dulzura sólo deberían reír.Tal vez muchos pensarán que tengo un mensaje desesperanzado, quizás tengan razón, pero hasta hoy, cada día, cada semana, cada año de los que llevo y entiendo, nunca noté que algo hubiera cambiado.No sé si seré protagonista o sólo observador de lo que digo, pero entiendo que la única manera de revertir algo es tomar el toro por las astas, es buscar y reconocer la realidad, esa de la que la mayoría se ha olvidado por tantos bailes exóticos que entorpecen cabezas débiles.
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A veces me gustaría desaparecer, hacerme a un lado, correrme hacia un costado, salir de la vista, alejarme de los que buscan encontrar algo, deslizarme hacia los sitios menos explorados, escurrirme como agua entre las manos, evaporarme entre lo nebuloso de mis pensamientos, esfumarme ante los ojos curiosos, desvanecerme en la oscuridad de una luz que no resplandece.A veces me gustaría esconderme, convertirme en quien necesito ser, cambiar mi nombre, mi pasado, lo que debe venir, ocultarme tras una máscara que disimule mi rostro, disimular ser quien no soy y escapar ante quienes saben quien soy.A veces me gustaría volar tan lejos como para no pensar lo que pienso, correr tan rápido como para no volver tan de prisa, huir como lo hace quien corre peligro de muerte, fugarme como quien permanece encerrado, escapar como si alguien quisiera apresar mis sentidos, evadir todo impulso que me devuelva a la vida.

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