viernes, 8 de agosto de 2008

Soledades (2001)

SOLEDADES

Mis ojos me dejan ver las cosas que pasan a mi alrededor. Puedo cambiar la óptica, ver más allá o solo acá muy cerca, pero las cosas que vea será lo que yo llame REALIDAD. A veces esa realidad puede hacernos sentir ciertas sensaciones que provienen de algún lugar de nuestro interior, ese lugar de donde sale la riza, la alegría, el amor... Ese lugar de donde también sale el llanto, la tristeza, la soledad...
Muchas veces esas mismas sensaciones nos agotan todas las palabras y ya no nos queda nada más que un profundo vacío, ahí es cuando comenzamos a buscar algún sentimiento que nos permita sacar esas soledades de nuestro interior.
Lo que el viento se lleva ya nunca regresa, los sentimientos -esa extraña sensación que corrompe nuestras almas- también se van y ya no vuelven jamás; y llega el adiós y solo queda la vida, aunque sin fuerza; los recuerdos, aunque nos duelan; vacíos que no se llenan; olvidos que nunca llegan; soledades que cubren todo lo que podemos sentir.
Todas las cosas pasan en escasos segundos: los buenos momentos, las grandes oportunidades, las despedidas, pero los sentimientos perduran por siempre, ni siquiera la muerte los deja ir ya que el recuerdo prolonga la vida de esos sentimientos. Tampoco el tiempo parece ser capaz de dejarlos partir ya que los pasados vuelven de tanto en tanto y se convierten en un cruel presente que ya vivimos y no podemos evitar volver a vivir.
Las soledades nos transportan a esa noche sin fin donde los ojos nunca cierran, donde los pasos son lentos, donde las miradas son casi inexistentes, donde la tristeza trepa por todo nuestro cuerpo, donde el tiempo prolonga el dolor que sentimos y es incapaz de abolirlo, donde muchas veces poco puede significar todo, donde tan solo un objeto puede ser razón del recuerdo, donde muchas personas desean dejar la vida y pasar a ser parte del recuerdo de sus seres queridos, donde a veces un llamado, una carta, una visita puede salvarnos de una decisión drástica, donde la soledad nos transporta al peor de los pensamientos: saber que no tenemos a nadie más que a nosotros.

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